En esta época de calor, en la cual la luz solar está muy fuerte y los
días están muy calientes, es recomendable permanecer en la sombra, tomar muchos
líquidos y aplicar crema solar en nuestra piel. Para lo último, hay muchas
soluciones, ya que las cremas solares son un negocio hoy en día. Las marcas se
pelean por los consumidores y por ser el mejor postor, inventan tipos de cremas
como si fueran modelos diferentes y hasta se diferencian por el color y el tipo
de piel es difícil saber cuál es la mejor opción a la hora de comprar su crema
solar. Las promociones presentan las cualidades y virtudes de cada marca pero…
pensamos que deben de saber otra cosa antes de escoger su crema.
Filtrar la luz
El argumento principal de los bloqueadores es
que filtran toda la radiación solar que es peligrosa para nuestra piel y para
nosotros: la luz ultravioleta. Este tipo de luz invisible, más allá del violeta
(que es el primer color visible, y de ahí viene el nombre de ultravioleta) se
absorbe mucho en la parte superficial de la piel y es muy dañina. El agente
principal responsable del “filtrado” de esa luz es un nanomaterial que de hecho
refleja (y no filtra) la luz que pega nuestra piel. Es decir que gracias a este
material, la luz no penetra y no nos quema. Aunque sea muy práctico y bastante
eficiente, no es muy obvio que las cremas solares contengan nanopartículas y
deberíamos saberlo. Y de hecho no solamente están ahí sino en muchos otros
productos domésticos o de uso corriente gracias a la excelente reputación que
tienen desde que se saben fabricar en masa. Sin embargo, a pesar de que la
mayoría de los científicos del mundo le prevean un futuro muy exitoso a la
nanotecnología, su utilización frenética sin tanto control podría frenarse poco
a poco debido a algunos resultados que nos deben hacer reflexionar un poco y
que sentimos necesario compartir.
En 2009, habíamos presentado lo que era la nanotecnología, las esperanzas que trae consigo y los posibles peligros que puede causar (IQ del 8 de noviembre de 2009). Por ejemplo, en ese artículo se comparaban las nanopartículas con la micropartículas de hollín durante la época de oro de las minas de carbón en Europa: pues debido a la justificación tecnológica y económica se había olvidado u omitido estudiar los posibles efectos del polvo de las minas en los pulmones de los mineros. Miles se murieron de enfermedad respiratoria con los bronquios tapados de hollín. Explicábamos que el grupo de investigación liderado por la francesa Emilie Brun había detectado que las nanopartículas de dióxido de titanio (TiO2, o titania) parecen penetrar algunas células del cerebro y se acumulan en ellas poco a poco. El problema de tal resultado es que, aunque el TiO2 a escala nanométrica parezca ser un material raro con nombre bárbaro, es bastante común… Es precisamente el material de las cremas solares! También se encuentra como pigmento en algunos plásticos, muchos cosméticos, labiales, detergentes, blanqueadores y pastas de dientes por ejemplo. También se encuentran en nuestra comida. Esas partículas están por todos lados, ¿pero qué hacen?
No filtrar la información
El impacto de estos nanomateriales en nuestras vidas es tanto que el estudio del grupo de investigación francés salió en las noticias a nivel internacional en el año 2011. Se debatió sobre el posible peligro de las partículas de TiO2 porque se acumulan efectivamente en las células de la barrera que protege al cerebro y al parecer lo afectan. Los trabajos demuestran que es muy probable que las nanopartículas estudiadas originen una inflamación vascular. Es más, parece que una exposición frecuente y/o a largo plazo pueda ser como una intoxicación lenta y “causar perturbaciones de ciertas funciones cerebrales” como por ejemplo la memoria. Los investigadores del CEA francés encontraron que las nanopartículas pueden atravesar una barrera fisiológica que protege a nuestro cerebro y la rompen para entrar. También publicaron en la revista Biomaterials que, si se presentaban altos niveles de contaminación de TiO2 en los tejidos, existía una inhibición de proteína que normalmente ayuda a bloquear otras toxinas que afectan al sistema nervioso central. Esta semana, Brun y su colegas publicaron otro estudio sobre la translocación en el epitelio de los intestinos de nanopartículas de TiO2 encontrado en alimentos. Se publicó en una revista de acceso libre para que tod@s lo podamos leer.
En 2009, habíamos presentado lo que era la nanotecnología, las esperanzas que trae consigo y los posibles peligros que puede causar (IQ del 8 de noviembre de 2009). Por ejemplo, en ese artículo se comparaban las nanopartículas con la micropartículas de hollín durante la época de oro de las minas de carbón en Europa: pues debido a la justificación tecnológica y económica se había olvidado u omitido estudiar los posibles efectos del polvo de las minas en los pulmones de los mineros. Miles se murieron de enfermedad respiratoria con los bronquios tapados de hollín. Explicábamos que el grupo de investigación liderado por la francesa Emilie Brun había detectado que las nanopartículas de dióxido de titanio (TiO2, o titania) parecen penetrar algunas células del cerebro y se acumulan en ellas poco a poco. El problema de tal resultado es que, aunque el TiO2 a escala nanométrica parezca ser un material raro con nombre bárbaro, es bastante común… Es precisamente el material de las cremas solares! También se encuentra como pigmento en algunos plásticos, muchos cosméticos, labiales, detergentes, blanqueadores y pastas de dientes por ejemplo. También se encuentran en nuestra comida. Esas partículas están por todos lados, ¿pero qué hacen?
No filtrar la información
El impacto de estos nanomateriales en nuestras vidas es tanto que el estudio del grupo de investigación francés salió en las noticias a nivel internacional en el año 2011. Se debatió sobre el posible peligro de las partículas de TiO2 porque se acumulan efectivamente en las células de la barrera que protege al cerebro y al parecer lo afectan. Los trabajos demuestran que es muy probable que las nanopartículas estudiadas originen una inflamación vascular. Es más, parece que una exposición frecuente y/o a largo plazo pueda ser como una intoxicación lenta y “causar perturbaciones de ciertas funciones cerebrales” como por ejemplo la memoria. Los investigadores del CEA francés encontraron que las nanopartículas pueden atravesar una barrera fisiológica que protege a nuestro cerebro y la rompen para entrar. También publicaron en la revista Biomaterials que, si se presentaban altos niveles de contaminación de TiO2 en los tejidos, existía una inhibición de proteína que normalmente ayuda a bloquear otras toxinas que afectan al sistema nervioso central. Esta semana, Brun y su colegas publicaron otro estudio sobre la translocación en el epitelio de los intestinos de nanopartículas de TiO2 encontrado en alimentos. Se publicó en una revista de acceso libre para que tod@s lo podamos leer.
Por
supuesto, productores y utilizadores de la titania se han quejado de la
reputación que el estudio del 2011 le hizo. Es efectivamente muy drástico caer en la
conclusión de que no hay que usar nunca los productos que contienen TiO2 porque
se requiere de más estudios. Es efectivamente difícil de saber cómo unas partículitas
de un tamaño menor a los poros de nuestras propias células pueden interactuar
con los mecanismos muy complejos de la vida. Para darles un ejemplo visual,
para un polvo nanométrico la barrera de las células es como la red de las
porterías de un campo de futbol para un microbio: aunque la red no deje pasar a
una pelota más grande que sus huecos es totalmente abierta a todo lo que es
pequeño (una mosca atraviesa la red sin sentir nada).
Justamente
el problema real es que su utiliza la nanotecnología (es un hecho) y se
estudian todos los posibles efectos positivos sobre el progreso científico y el
desarrollo tecnológico pero parece que no hay tiempo para estudiar sus posibles
efectos negativos (como en el caso del hollín). Justamente, como mostrado en la imagen del nuevo artículo de Emilie Brun, no se estudian los efectos de las nanopartículas sobre nuestro cuerpo! Y lo más complicado para nosotros
es ubicarnos y entender los problemas reales porque los artículos científicos son difíciles de entender. Además, todos los estudios
que ponen en duda la bondad de la nanotecnología provocan debates a veces
violentos o sufren una gran discriminación en el mejor de los casos; pero lo
más grave es que la mayoría pasan desapercibidos debido a una ausencia total de
difusión para el público en general, o sea quienes estamos en contacto
constante con estos materiales. Sabían por ejemplo que las nanopartículas
generadas por el escape de los camiones y tráileres que funcionan con diesel
podrían ser responsables de la desaparición de colonias completas de abejas en
varios países y afectar la salud de otros animales y de sus cerebros? Más estudios
de fondo son necesarios. Y nos tenemos que preparar a hacer marcha atrás si se
requiere.
Sin
embargo, el debate es necesario porque todo lo que se presenta sobre los
efectos positivos de los nanomateriales es cierto también. Hay muchos ejemplos
interesantes de lo que puede permitir la nanotecnología para mejorar algunos
tratamientos de enfermedades por ejemplo. El problema es cuando se producen
cantidades enormes de nanopolvo para aplicaciones tecnológicas sin saber si es
peligroso o no. En el caso de las cremas solares, se está demostrando que a
veces se ocupa un material para productos de uso cotidiano sin haber verificado
sus consecuencias. En el caso del dióxido de titanio hasta podría ser realmente
tóxico. El príncipe de precaución debería ser la regla de oro hasta nuevo
aviso, ¿no creen?
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