Basado en un excelente artículo publicado por Virginia Hughes en su blog científico del National Geographic: http://phenomena.nationalgeographic.com/
“La música nos
mueve. Su poder cinético es la fundación de comportamientos humanos tan
diversos como danza, romance, arrullo y marchas militares.” A pesar de eso, se sabe
muy poco sobre la relación música-movimiento en los seres humanos. En diciembre
salió un estudio en la famosa revista científica PNAS que parece aclarar mejor
nuestra conexión con la música. En breve, dicen los autores del artículo que lo
que sentimos escuchando música podría haber evolucionado poco a poco de un
antiguo habito que consistía en recolectar emociones relacionadas con
movimientos. Básicamente, como lo resumen en el título del artículo, la música
y el movimiento comparten una especie de estructura dinámica en nosotros, lo
que podría revelar mucho sobre la expresión de nuestras emociones,
aparentemente común en todas las culturas.
Emociones expresadas por música y
movimiento
La conclusión
del estudio se ha podido obtener de un método bastante sencillo que utiliza un
programa computacional que utilizaban los autores para relacionar emociones con
un par de patrones: uno musical otro de animación o movimiento. Encontraron que
la gente generalmente asocia una emoción particular con la misma combinación
espacio-temporal…en lugares tan diferentes como un campus universitario de una
ciudad de Estados Unidos y un pueblito aislado de Camboya. Ya se sabía, gracias
a estudios neurológicos, que algunas zonas del cerebro que son responsables de
la percepción del movimiento son exactamente las mismas que las que se activan
en la percepción musical. Esa observación generó la idea del experimento
publicado en PNAS en la cabeza del primer autor del estudio, Beau Sievers.
Debía ser posible ver si existe una relación genuina entre estas dos
percepción.
Un programa sencillo e interactivo
Sievers
finalmente concibió un programa muy sencillo en su computadora para que los
participantes del estudio puedan relacionar melodías con animaciones de
pelotitas que rebotaban sobre una superficie plana. Los controles de la melodía
o del movimiento eran solamente cinco y bastante simples: uno para el ritmo o
tempo (rate), uno para la
predictibilidad (jitter), un tercero
para añadir disonancias en la música o piquitos en la pelota (smoothness), el cuarto era para
controlar el intervalo entre cada rebote o nota y finalmente el último era para
la dirección del rebote o la afinación de la nota tocada (direction).
La mitad de los
50 participantes de la Universidad de Dartmouth, donde estudia Sievers tenían
que generar melodías relacionadas con emociones específicas (felicidad,
tranquilidad, enojo, tristeza, miedo, etc.) y la otra mitad hacía lo mismo con
la pelota. Como Sievers y sus colegas lo esperaban, las posiciones de los cinco
cursores eran muy parecidas para melodías y movimientos, lo que sugería una
especie de denominador común entre las dos percepciones por el cerebro. Sin
embargo, muchos de los colegas de Sievers le advirtieron que era peligroso
concluir tan rápidamente, ya que en otro lugar, en otra cultura, eso no iba a
pasar. Puede que la cultura occidental relacione emociones de la misma manera
por su forma de vivir.
El fenómeno no es cultural
Para verificar
su hipótesis, Sievers decidió regresar a Camboya donde había hecho trabajo
social voluntario años antes y realizar su experimento con su programa allá,
donde la cultura es muy diferente. Escogieron un pueblo con estilo de vida
exclusivamente rural y aislado llamado L’ak, encontraron un traductor, y
probaron. Los estándares que la cultura occidental estableció no existen allá,
aunque la tonalidad de las notas son las mismas en todo el mundo, un “do” no se
llama así en L’ak, y los instrumentos son muy diferentes. Por supuesto,
tuvieron que adaptar los conceptos de los cinco cursores con imágenes y usaron
cursores reales en lugar de un mouse. Los resultados que obtuvieron en L’ak
fueron muy parecidos a los que los estudiantes de Dartmouth habían generado; a
pesar de vivir en dos culturas muy diferentes.
Por supuesto, aunque no se puede concluir nada realmente definitivo sobre la universalidad de la percepción del movimiento y de la música, los resultados son interesantes para seguir estudiando la importancia de la música en nuestras vidas y como la percibimos. Dejemos la conclusión a la co-autora del artículo Thalia Wheatley: “la idea que la música sólo es un accesorio frívolo que no tiene un propósito no parece ser correcta. Debe haber algo que la música nos proporciona que nos ayuda a ser una especie social”.
EJEMPLOS DE SONIDOS Y VÍDEOS DISPONIBLES EN EL ARTÍCULO ORIGINAL DE VIRGINIA HUGHES
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