El jueves en la
madrugada, cerca de las tres de la mañana, un ruido un poco extraño me despertó
súbitamente. Era el perrito de nuestra vecina de arriba que parecía rascar el
piso o caminar muy apresuradamente. Y un minuto después (o por lo menos me
pareció que pasó un minuto), las hojas de los arboles de la calle, las lámparas
y las paredes empezaron a moverse lentamente pero fuertemente: empezó a
temblar. Poco tiempo después, ya todo estaba tranquilo en mi calle de la Ciudad
de México, y no podía dormirme, pensando en cómo el perrito había podido
prevenir el temblor antes de que se hiciera sentir realmente.
¿Mito o realidad?
En la mañana, me
di cuenta que éramos varios los que no habíamos podido dormirnos después por
haber pensado en eso: pues muchos animales de compañía parecieron haber
reaccionado de la misma manera… No sé si fue el tipo de temblor lo que provocó
esas reacciones en animales de compañía pero seguramente el hecho de que pasó
en una noche muy tranquila ha permitido que nos diéramos cuenta de un cambio de
comportamiento (¿quién le hace caso a un perro agitado en el día, sobre todo el
de sus vecinos, o a un gato que insiste para salir?).
Un análisis
rápido de las redes sociales también me demostró que muchos animales (perros,
gatos y pájaros) de la ciudad habían reaccionado de manera inusual; pero la
pregunta científica es la siguiente: “¿es realmente posible que los animales
puedan sentir un temblor antes, y cómo?” Buscando un poco de información, uno
puede ver (en el excelente sitio de la USGS)
que en la ciudad de San Francisco en California existe una teoría popular que
decía que hay muchos más anuncios de animales perdidos algunos días después de
un temblor que en cualquier otra época del año. Sin embargo, unos estudios
estadísticos no tardaron en demostrar que era una leyenda urbana, no verificada
en la realidad.
Casos intrigantes
Sin embargo, sí
existen otros cuentos e historias u observaciones más o menos verificables que
dicen que animales como los sapos o algunos otros reptiles huyen de su hogar
momentos o hasta días antes de un fuerte temblor. También se habla de los
insectos o pájaros cuyo comportamiento se vuelve impredecible minutos antes de
que la tierra tiemble. El caso reportado más antiguo fue observado en Grecia en
373 A.C. y se reportó que ratas, serpientes y otros animales habían salido de
su hogar para huir de la catástrofe. En 2009, en Italia, colonias de sapos
habían salido de su charco antes de un temblor en la región y en playas de
California observaron varios calamares que normalmente viven a más de 200
metros de profundidad pocas horas antes de un evento similar. Las
observaciones, como la que pudimos hacer anoche el jueves, dejan a los
científicos un poco escépticos o por lo menos sin explicación congruente y, ya
que esos sismos fuertes pasan con baja frecuencia, es difícil de estudiar el
fenómeno. Algunos dicen que los animales son más sensibles a ciertas ondas
(ondas P) precursoras de los sismos. Sin embargo, en otros casos donde sí se
observaban animales justo en el momento de un temblor de gran magnitud, pues no
se observó ningún cambio de actitud: pues a esos animales como a los humanos
que los observaban el sismo les sorprendió.
En Italia, en 2009, se pudo observar el comportamiento de cerca. Una científica estaba justamente monitoreando los anfibios cuando pasó el temblor y reportó que en solamente 3 días la zona que estudiaba pasó de casi cien animales presentes a cero. Se fueron todos del lugar. Feliz de su descubrimiento, la estudiante de doctorado publicó sus observaciones y como en las mejores películas de ciencia ficción fue contactada por la NASA. Juntos llegaron a la conclusión que las fuerzas en juego en el movimiento de las placas tectónicas pudieran liberar partículas cargadas de las rocas sometidas a muy altas presiones. En presencia de agua, esas partículas cambiarían la química del hábitat de los sapos y parece que no les gusta a los anfibios. Podría quizás ser un reflejo muy antiguo de huida frente a una catástrofe. Sin embargo, esas teorías son difíciles de confirmar y falta mucho por comprobar. Finalmente, y aunque hayamos aprendido algo interesante, no me explica por qué el perrito de mi vecina supo antes que iba a temblar
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