Primer caso: las medusas inmortales
En el año 1988,
y probablemente por primera vez, la humanidad descubre la inmortalidad en la
naturaleza, gracias a una medusa pequeña llamada “medusa inmortal” hoy en día,
más fácil a recordar que su nombre científico “Turritopsis dohrnii”. Este
descubrimiento lo hizo un joven investigador alemán viviendo en Italia,
Christian Sommer. El observaba el ciclo de vida de esos animales provenientes
del fondo del mar que pueden parecerse a un coral suave y blando o bien a una
pequeña medusa según la etapa de vida en la cual se encuentra. Se dio cuenta
que el animal se comportaba como ningún otro, pues se rechazaba morir: después
de envejecer, invertía su ciclo de desarrollo y regresaba a su estado inicial a
partir del cual volvía a empezar un nuevo ciclo. Pocos años después, se
descubrió que estas medusas eran capaces de invertir su envejecimiento en
cualquier etapa de su ciclo de desarrollo y regresar a ser un pólipo. Era
profundamente inquietante, ya que no era explicable ni entendible. En la
naturaleza, comúnmente, naces, te desarrollas, envejeces y mueres. Las
mariposas no vuelven a ser capullos.
Ahora, ya se
entiende que el rejuvenecimiento proviene de una especie de estrés externo y
que el proceso implica una transdiferenciación, mecanismo celular común de las
células madres que permite que una célula de un tipo se convierta en una de
otro tipo (por ejemplo de piel a sistema nervioso). Pero nadie ha explicado
cómo puede invertirse el proceso de envejecimiento. Cuando fue descubierto era
algo fenomenal pero poco comentado y después de su publicación en revista
científica, a muy pocas personas le interesó tratar de entender o aprovecharlo,
paradójicamente. Ni siquiera a las grandes empresas farmacéuticas o gobiernos
que podrían usarlo. Además es un organismo que no se deja cultivar en
laboratorios así que muy poca gente está trabajando en el tema y con razón no
se ha avanzado mucho. Últimamente, sólo un científico japonés está dedicando su
vida a entender lo que hace que la pequeña medusa sea inmortal. Finalmente, varios
expertos en biología marina dudan que pueda tener resultados interesantes ya
que afirman que el proceso nunca se podrá adaptar al hombre o que la
inmortalidad es cuestionable ya que las nuevas células que se regeneran no son técnicamente
las mismas que antes (aunque tengan los mismos genes). Seguramente esa agua
mala nos hace soñar.
Segundo caso: abejas que rejuvenecen
Este año, otro
animal ha demostrado un proceso de inversión de envejecimiento (o
rejuvenecimiento), y este es mucho más común. Investigadores de la Universidad
del Estado de Arizona y de la Universidad de Ciencias de la Vida de Noruega han
comprobado que el cerebro ya gastado de las viejas abejas que salen a buscar el
néctar para producir la miel puede volver a aprender nuevas tareas si regresan
al panal. Ya se sabía que las abejas que no salen del panal para cuidar de las
larvas y hacer la limpieza del hogar no sufren de discapacidad mental mientras
que las que salen a buscar flores envejecen cerebralmente. Pero la novedad, que
acaban de publicar en junio en la revista internacional Experimental Gerontology, es que si pueden forzar una abeja
solitaria, más vieja y gastada a volver a quedarse en el hogar para efectuar
tareas más sociales, entonces la estructura molecular de su cerebro se puede
modificar y ella puede volver a aprender.
Aunque parezca
un poco alejado a nuestros asuntos humanos, este grupo de científicos quiere
poder investigar si su descubrimiento con abejas se puede extender y aplicar al
tratamiento de la demencia humana debida a la edad. Efectivamente, sugieren que
se podría tratar el envejecimiento cerebral, prematuro o no, con más socialización,
simplemente, ya que aquella podría favorecer la capacidad a seguir aprendiendo
nuevas cosas.
Conclusiones: qué aprendimos de esto
Esos
descubrimientos son interesantes y merecen más trabajo para entender los
mecanismos responsables de esos procesos de inversión del envejecimiento. Sin
embargo, afirmar que van a servir para los seres humanos es demasiado prematuro
aunque nada impida soñar un poco. En fin, con la medusa inmortal que vuelve a
devenir coral, quizás estamos descubriendo algo que uno de los cuentos más
antiguos de la humanidad había revelado más de 13 siglos antes de Cristo. En la
epopeya de Gilgamesh, cuento literario de la civilización sumeria, en
Mesopotamia, el héroe inmortal del diluvio Utnapishtim revela el gran secreto
de la vida eterna a Gilgamesh y le menciona que cierta planta o coral presente
en el fondo del océano lo hará joven de nuevo. ¿Será la pequeña
medusa-coral-medusa-coral-medusa-…?
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