Hace tiempo, hemos hablado
aquí de la comunicación entre vegetales de manera molecular, con transporte de
esos “perfumes” en el aire. Mostramos como era posible que unas plantas puedan
dar señales importantes a otras, y eso ayudaba a explicar la floración
sincronizada de arboles o inclusión la protección contra una agente patógeno o
dañino. Hoy, hablamos de unos resultados más y menos recientes que intentan comprobar
que también existe una comunicación
luminosa entre células, sean vegetales o animales, diferente de la
luminiscencia común que se conoce en biología. Eso podría abrir la puerta a una
gran cantidad de aplicaciones como curar enfermedades, controlar el crecimiento
(y envejecimiento) de células e incluso entender cómo se desarrollan y cómo
evolucionan nuestras células desde la fecundación hasta la muerte.
Si uno busca un poco en la
literatura disponible ahora (y el internet es una biblioteca gigantesca donde
hay de todo, bueno y malo, por supuesto) se encuentran muchos artículos que
hablan de una supuesta luz que emitirían las células vegetales y animales. Por
ejemplo, se habla mucho de experimentos rusos poco ortodoxos y muy poco
discutidos en la comunidad científica que reportan que el ADN puede comunicar
información vía luz ultravioleta (UV). Esa luz, invisible con nuestros ojos,
los únicos sensores (naturales) que tenemos se puede detectar muy bien con
detectores electrónicos especiales. Es la parte de la radiación solar que nos
daña la piel y que es cancerígena. Y si es tan peligrosa para nosotros ¿cómo
puede ser la radiación de comunicación natural de nuestras células?
La fotoreparación
Esa pregunta se la hizo
justamente un investigador alemán, Fritz-Albert Popp en los años 1970. Profesor
de biofísica, se dedicaba a estudiar la interacción entre ondas
electromagnéticas (la luz es una onda electromagnética) y la materia biológica.
Él se dio cuenta que la característica común a varios productos cancerígenos era
que bloqueaban la luz ultravioleta o transformaban esa radiación en otra (de
otro color por ejemplo). Este proceso parecía ser unfactor de desarrollo de
cáncer y Popp buscó por qué. Él y otros biólogos se dieron cuenta después de
que el problema podía provenir de que esos productos cancerígenos que
modificaban la radiación UV impedían un proceso natural de reparación interno:
la fotoreparación. Ese mecanismo permite que el ADN dañado por radiación solar
ultravioleta se pueda recuperar gracias a una exposición a la misma radiación
con una dosis mucho menor a la que puso en peligro la vida celular. Hoy en día
existen varios trabajos y reportes serios que validan y explican ese efecto
natural de una gran cantidad de células vegetales y animales. Sin embargo, no
se sabe bien todavía cómo y de dónde vienen esos pulsos de luz UV que facilitan
la fotoreparación.
Comunicación codificada
En 2009, el suizo David Fels
buscaba el alcance y las consecuencias de esa radiación celular ultravioleta y
comprobó que existía una transferencia de información entre células vía ondas
luminosas. No solamente eran radiaciones para curar químicamente una célula en
peligro, sino era una verdadera información
que se transmitía de célula a célula. Lo pudo comprobar con un experimento
en el cual un grupo de células podía influenciar otro grupo de células a distancia, incluso con una barrera de
vidrio entre las dos cajas Petri en las cuales se encontraban los diferentes
grupos. Por primera vez, se podía entonces demostrar que existía comunicación
no una manera que no era molecular, como una especie de perfume volátil, sino
luminosa.
Este año, se ha podido
verificar que la manera de mandar la información es codificada. Efectivamente,
lo más impresionante de la comunicación luminosa “inter-células” es que hay
información fina y precisa. La conclusión de Fels en 2009 era que las
partículas de luz llamadas fotones podían servir de arranque para desarrollo celular
específico, y eso implica que haya un mensaje. Y eso tiene que ser codificada:
no basta con irradiar tiene que haber un código que la emisora conoce y que sea
descifrable por las que lo reciben. La manera de codificar fue descubierta y
publicada la semana pasada por el ruso SergueyMeiburov de Moscú. Se parece
altamente a la que usamos nosotros en las comunicaciones digitales como el
internet. Son paquetes de pulsos (o “bits”) mandados sucesivamente. Con
sensores específicos se demostró que existe un orden, no se mandan al azar.
Estamos entonces cerca de descifrar esos códigos específicos de mensajes complejos y
finos como “hay que florecer”, “cuidado, existe un peligro” y otras
cosas. Quizás incluso se
podrán entender, copiar y crear mensajes de desarrollo celular para poder
comunicar con células, controlarlas y curar enfermedades. Seguramente
vamos a descubrir mucha información al respecto. ¡Qué emoción!
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