Un problema muy
notable ahora en las instituciones científicas de México, que algún día eran
dominantes a nivel mundial, es que se estancaron, cuando las de otros países avanzaron
mucho y ya las rebasaron. La investigación científica se está quedando atrás, y
por varias razones, como bien lo menciona el artículo de Erik Vance en el Scientific American de Octubre (en líneadesde la semana pasada).Tomando el ejemplo de una empresa innovadora (start-up) en biotecnología que obtuvo
fondos de inversión del gobierno y de varias entidades de inversión privada,
Vance intenta explicar a la comunidad internacional el problema típicamente mexicano
de la ausencia de desarrollo tecnológico proveniente de la investigación y con
un impacto comercial real.
Image: Kotryna Zukauskaite |
Para empezar: falta de recursos
Mucho dinero
público va a la investigación científica en México, vía el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (CONACyT). Esa cantidad sirve de apoyo financiero para los
proyectos de investigación de una gran cantidad de laboratorios de las
universidades del país y también ayuda a la realización de proyecto de
desarrollo tecnológico nacional, vinculando el sector industrial con el sector
académico. Por supuesto, no se pueden olvidar los fondos destinados a las becas
de posgrado y a la divulgación científica. Sin embargo, aunque la cantidad
asignada por el gobierno federal parezca enorme, las cifras se tienen que
comparar con lo que gastan otros países en su investigación nacional, y para
comparar se utiliza un indicador preciso: el porcentaje del producto interno
bruto dedicado a la investigación científica. Si México es ahora la decima potencia económica a nivel mundial, está en
el lugar 34 en inversión estratégica para la ciencia: gasta el 0.43% de su
PIB para eso. Queda atrás de países como Argentina (0.65%), Turquía (invierte
el doble con 0.83%), Hungría (1.21%), Irlanda (que está en crisis pero invierte
el 1.7%) o Eslovenia (2.47%). Los gigantes como China (1.84%), Francia (2.24%),
EEUU (2.77%) y Corea (4.03%) están también muy lejos. Como dice Vance, el nuevo
gobierno prometió resolver el problema, aumentando los fondos de apoyo, pero no
es todo lo que hay que hacer.
Un problema cultural
Otro problema que
limita el desarrollo tecnológico proveniente del sector académico en México es
la ausencia de vínculo entre los investigadores y el sector privado, industrial
o de inversión. El origen del problema es fácil de identificar: los que tienen
la capacidad de invertir en el país desconocen su contra-parte productora de
ideas y desarrollos en los laboratorios. La responsable de la rama mexicana del
fondo de inversión para los países en desarrollo Endeavor Global explica también en el artículo de Vance que uno de
los problemas más grandes aquí es que “hay un mito que se desarrolló que dice
que no podemos desarrollar tecnología en México”. Dice que la primera reacción
de los industriales mexicanos al realizar lo que se hace en su propio país es,
palabra más, palabra menos: “¿A poco se pueden hacer esas cosas aquí?”. En la
gran mayoría de los casos, se prefiere importar tecnología del extranjero que
confiar (o darle chance) en lo que se hace en nuestro país…
También las
leyes de hacienda impiden a muchos negocios empezar a comercializar lo que han
ingeniado en sus laboratorios: el gobierno quiere apoyarlos y les presta o regala
dinero que les llega al final del año, cuando ya han tenido que pagar grandes
cantidades de impuestos para las cuales los innovadores tuvieron que pedir préstamos
personales. Este tipo de barreras frena el desarrollo. También es famoso el
problema de la lentitud y complejidad de la protección intelectual y del
registro de patente que tarda mucho tiempo. Todo esto hace que el 70% de los
doctores de México escogen el exilio como solución al problema. Algunos quieren
regresar para implementar su idea de negocio aquí pero se les hace más
complicado que en otros países.
Miedo al fracaso
Tampoco se trata
de llegar a los niveles de inversión del modelo de la famosísima Silicon
Valley, en la cual los inversionistas de California gastaron en un solo
trimestre 5 veces lo que se invirtió en un año completo para 25 proyectos en
México. Sin embargo, existe en el país otra enorme barrera al desarrollo tecnológico
nacional: el miedo al fracaso. Los inversionistas no van a invertir en algo que
no sea 100% seguro, no quieren apostar. El director de Google México lo explica
muy bien en el artículo de Vance: en otros lugares la gente invierte y espera
ganar dinero apostándole a una idea y a un grupo de emprendedores que la
quieren desarrollar. Pero muchas veces el negocio no despega o falla. Ni modo,
nos vamos y vamos a buscar otra idea.
Además, en
México los que finalmente invierten quieren sus intereses anuales desde el
primer año, sin darle oportunidad de empezar poco a poco. Tienen prisa. “Los
que invierten en México piensan que se van a convertir en las próximas grandes
familias del país (…) que su inversión va a producir una de las más grandes compañías
de México mañana. Pero no es así.”.
En conclusión,
el artículo de Erik Vance (quien vive en México) nos refleja una imagen que los
que estamos en el sector académico vemos todos los días. La nuestra. El
académico no se conecta con el sector industrial que impacta a la sociedad. Nos
dan puntos a favor si publicamos, si titulamos estudiantes. Pero patentar,
lanzarse al desarrollo tecnológico no cuenta tanto. Todo el mundo repite la
misma canción que es difícil, complejo, tardado, laborioso, que se pierde mucho
dinero, que el esfuerzo no vale la pena. En fin, es imposible y nadie lo hace.
El ejemplo que da Vance de la empresa que quiso dar el salto no es alentador.
Sin embargo hay que hacerlo. Poco a poco cambiará, eso es seguro.
INFOGRAPHIC: Patentes en el mundo
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