Estudios
recientes han demostrado que los niveles de testosterona de los papás que
duermen cerca de sus bebés sufren un gran decaimiento, y que eso está
relacionado con la manera de sentir afecto y apego por sus hijos. Eso les permite
enfocarse mejor en su paternidad. El antropólogo
Lee Gettler de la Universidad de Notre
Dame en Estados Unidos ha demostrado en un reporte reciente de su trabajo publicado
en PLoS ONE el 5 de septiembre que si un padre duerme cerca de su bebé, su
nivel de testosterona está mucho más bajo que si duerme lejos de el(la).
Para ser más explícito, Gettler reporta que el padre y su bebé tienen que dormir sobre la misma superficie para que los niveles de la hormona esteroidea medidos en la saliva bajen. Efectivamente, de los 360 padres estudiados en su proyecto de investigación, los padres que dormían sobre la misma superficie que sus bebés tenían niveles de testosterona más bajos que los que los que dormían en otra recámara y que los que dormían en la misma recámara pero en otra cama.
Para ser más explícito, Gettler reporta que el padre y su bebé tienen que dormir sobre la misma superficie para que los niveles de la hormona esteroidea medidos en la saliva bajen. Efectivamente, de los 360 padres estudiados en su proyecto de investigación, los padres que dormían sobre la misma superficie que sus bebés tenían niveles de testosterona más bajos que los que los que dormían en otra recámara y que los que dormían en la misma recámara pero en otra cama.
Muchos trabajos
ya se han realizado sobre la fisiología de las madres y de la influencia del
amamantar y del hecho de dormir o no con los bebés sobre ella. Se ha comprobado
que el contacto con los bebés desde los primeros días y en toda la educación de
los hijos es importante para sentir más proximidad entre los padres y los
hijos. Sin embargo, es la primera vez que se estudian las implicaciones de las
noches que los padres y los bebés pueden compartir sobre la fisiología de los
padres. En conclusión de su trabajo, Gettler precisa que “la fisiología de los padres humanos tiene la capacidad de responder a
los hijos. Nuestros resultados anteriores mostraron que cuando los hombres se
conviertan en padres su testosterona disminuye drásticamente y los que pasan
mucho tiempo con los bebés -jugando con ellos, dándoles de comer o leyéndoles-
tienen los niveles más bajos”. Esos resultados van todavía más allá:
demuestran que la cercanía durante la noche entre padre e hijo o hija afecta el
nivel hormonal de los padres, independientemente de lo que hacen los padres en
el día.
Normalmente, altos niveles de testosterona están relacionados con una actitud un poco belicosa, de riesgos, en búsqueda de sensaciones fuertes; un comportamiento que va en contra de lo que requiere la educación de un bebé, sobre todo al principio de su vida. Otros estudios han comprobado que bajos niveles se adaptan mejor a lo que requieren los niños en general: simpatía o respuesta a llantos. Eso podría explicar que la respuesta que Gettler y sus colegas vieron en su estudio se puede explicar como una necesidad evolutiva para cuidar a los bebés. Sin poder afirmarlo con certeza, es la primera vez que se comprueba que la fisiología de los hombres responde a las necesidades de los niños desde muy temprano. Durante mucho tiempo se ha pensado que este tipo de relación estaba limitado a relaciones entre madre e hijo o hija.
A pesar de todo
lo que implica el descubrimiento, el estudio deja muchas dudas y preguntas en
el aire. La primera es el ¿por qué pasa eso? ¿Se adaptan también los ciclos de
noche de los bebés a los de los padres, de manera idéntica a la sincronización
entre madres y bebés? Se podría pensar que es una remanencia del pasado que
comprueba que los padres tenían (¿y siguen teniendo?) un papel a jugar desde
los primeros días de la vida de sus bebés, como pasa para los pingüinos, y que
se perdió en la evolución.
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