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Friday, March 14, 2014

La música alivia el alma... y el cuerpo

Quién no conoce el proverbio: la música alivia el alma. Se ha demostrado hace varios años que la música es capaz de influenciar nuestro ritmo cardiaco y nuestra respiración en el momento. Varios trabajos han reportado que escuchar música también activa algunas zonas del cerebro y entonces puede cambiar nuestro comportamiento. Aunque parezca extraño, en algunos casos no es solamente un problema emocional o de gusto propio e historia personal, sino parece ser una cuestión de ritmo y edad. La relación entre música y estas variables fisiológicas de los seres humanos se está estudiando extensivamente hoy en día, debido al potencial que tiene una posible terapia cardiovascular musical para aliviar no solamente el alma sino el cuerpo.

Escuchar música afecta nuestro cuerpo

La música es una parte importante de la vida de mucha gente. Algunas personas dicen no poder vivir sin ella. Muchas dicen que se conectan con la música, con el ritmo, tanto para relajarse como para animarse o ponerse a bailar. Es muy fácil para cualquier persona entender que el ser humano tiene una relación especial con la música, que se siente afectada por ella emocionalmente. Nos puede hacer sentir felices o tristes en cuestión de segundos. Pero no es solamente eso, se ha demostrado científicamente que la música tiene también un efecto directo sobre nuestros cuerpos, un efecto fisiológico. Por ejemplo, existe una relación entre lo que escuchamos y nuestro ritmos cardiaco. En 2009, un estudio publicado en el Harvard Health Letter había demostrado que la gente que escucha entre 20 y 30 minutos de música al día presentaba un nivel de presión arterial y un ritmo cardiaco más bajos. Otros estudios buscaron más a fondo los efectos de la música sobre nuestro estado cardiovascular y revelaron que el tempo, el ritmo de la música, que escuchamos puede afectar negativamente nuestro ritmo cardiaco. Por ejemplo el rap puede acelerar el latido del corazón. También los antecedentes (y el posible lazo) que tenemos con la música en general (como arte) puede regular la influencia de la música sobre nuestro cuerpo. En la Universidad de Oxford, Dr. Peter Sleight reportó por ejemplo que la respiración y el latido del corazón de los músicos están más afectados por la música que los que no saben nada de música. Se explicó este fenómeno por una razón sencilla: el hecho de entender la música permite a los músicos conectarse con ella, saben (y prevén) la complejidad de las canciones o piezas de música clásica y ajustan su cuerpo como si estuvieran tocando ellos mismos.



Sin embargo, un estudio más reciente aceptado por publicación el 18 de febrero en la revista Autonomic Neuroscience: Basic and Clinical (neurociencia autónoma: básica y clínica) acaba de demostrar que la edad es otro factor importante. Investigadores de Alemania, Italia y Estados Unidos han observado que la respuesta corporal de gente joven (de alrededor de 23 años) es diferente de la que presenta la gente de más de 60 años. Para llegar a esta conclusión midieron varias señales cardiacas así como la presión arterial y otras variables mientras intercalaban periodos de 3 minutos de música clásica relajante o agresiva entre periodos de relajación de 5 minutos. La respuesta fue efectivamente diferente según la edad en los primeros 30 segundos antes de estabilizarse y dejar de presentar diferencias según el grupo de edades. Lo sorprendente del estudio publicado este mes es que ambos tipos de música despiertan el mismo tipo de efecto de excitación en los dos grupos (aunque de forma diferente), al inicio de la pieza musical. La conclusión de los autores del artículo es que cuando se escucha música desconocida, relajante o agresiva, la respuesta fisiológica a la música parece no depender del tipo de música, lo que contradice un poco lo visto anteriormente por otros investigadores que reportan la importancia del lazo emocional. Sin embargo, hay que recordar que en este estudio no se evalúa la posible conexión que todas y todos sentimos al escuchar una canción que nos gusta mucho o que nos recuerde algo importante, sea triste o feliz.

En fin, que la música que escuchamos nos afecte (en bien o en mal) es un hecho. El “cómo nos afecta” depende de demasiadas variables y es bastante difícil tener un modelo del fenómeno y entender realmente lo que pasa en nuestro cuerpo cuando escuchamos música. Lo que sí es seguro es que nos puede hacer bien, y en este sentido hay que usarla: para nuestro bien.

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